viernes, 30 de enero de 2009

Al final resultó tan sencillo como que tú fumases un cigarro cerca de mi piel. Después tus caricias moldearon el humo envoldiendo nuestros cuerpos.
Sentí el instinto de escapar, pero ya había empezado a hundirme en ese ambiente ceniciento, presa de tus manos, firmes como el mármol. Entre prenumbras caimos abandonados a la ingravidad del espacio ad infinitum. Convertidos en un cuadro perpetuo, con trazos precisos y colores abstractos, toda una gama de grises derramada sobre los dos; gris-sábana, gris-humo, gris-luz.

Suspendidos en ese no-lugar donde no se alcanza a comprender, estuvimos a punto de quebrarnos contra el suelo. Inevitablemente, la estricta ley de la gravedad acabó por imponerse en nuestro desordenado no-mundo. Perdiendo el equilibrio perdimos también la no-cuenta de los días y las noches, y empezamos a no-entender nuestro inentendible desorden.

En un intento desarraigado volvimos a zafarnos como náufragos a la deriva, por un mar difuminado y con pretensiones de tormenta.

y al final...