lunes, 28 de abril de 2008

Espirarte sin querer y espiarte queriendo.
¿Sabes? Ha sido terrible andar hoy por la calle. Ha sido terrible tener que volver a pasear esquivando alfileres con moños apretados, cargados de oros y corales, y soportar la vibraciones de esa música que escupen esos coches. Ha sido terrible tener que volver a aguantar miradas de arriba abajo, sonrisas hipócritas, bofetadas a medio dar. Ha sido terrible tener que volver, aunque solo haya estado fuera dos días.

Aunque no me parece justo decir sólo lo terrible. Han sido fantásticos ciertos reencuentros. Ha sido fantástico recordar cualesquiera reencuentros. Déjame encontrarte.


Me gusta andar por la calle en medio de oros y corales y acordarme de Fran y su cualquier trotango y no poder evitar sonreir, o reir como una loca sin mirar a ninguna parte. Sonreir al recordar los piques con el trovador rubito, los sueños con elena, los abrazos con maría, los tequilas (y los billetes falsos!), una noche de guitarra, y estar en el cuarto preparando las cosas para la pedazo de obra de teatro (mientras Marta, Nieves y yo nos repartimos el fiso y Silvia coge la guitarra y me deja sin palabras cuando empieza a tocar Ojalá). Y conocer a Carlos. Y reencontrarme con Cristina y sus sombras blancas. Y descubrir a un soñador de versos en tiempos difíciles. Y repartir caracolas de mar. Y recibir abrazos. Y asomarme a lo hondo de un pozo de casi 20 metros mientras cierto personaje me obliga a recordar cadaveres subiendo por el agua (casi lo olvido). Y miles de instantes. Miles de risas. Miles de complicidades. Y entender a miradas. Y contar cuentos. Y brindar, brindar... Y los cascabeles y las cartas. Y jugar al sueño y que María lo adivine demasiado pronto. Y que me invite a ir a Málaga (e ir). Y quedar al final Raquel, Fran y yo y no poder evitar una lagrimita traviesa. Y quedar al final Fran y yo y no poder evitar una sonrisita traviesa. Y disfrutar, disfrutar... Y los desayunos, las comidas, las mesas (con sus manteles infinitos). Y perderme buscando cualquier habitación. Y Antonio recitando un cadáver exquisito. Y una hormiguita ahogándose, y un monstruo marino en busca de un espermatozoide. Y Adri modificando cualquier teoría sobre la televisión como fabricadora de orgasmos fingidos. Y una jirafa, una bolsa de patatas, una pistolita, un caza, una ballena que habla balleno, un jarrón con flores sin pétalos, un caballito de mar, cometas felices y cometas mutantes, ron, por si acaso, un reloj de arena, una patera, una flor que muere y renace y que es preciosa, un virus, una señal del camino con letreros impactantes, una pera!, el ojo de Dios y el Peine de Dios, pececitos, gaviotas... más cositas que tengo demasiado sueño para recordar. Y que personajes como vosotros hagan mas bonito el mundo. Y secretos que no voy a contar. Y los que acabaré contando. Y un os quiero. Y más caracolitas y cascabeles. Y un cualquiera que imagina. Cualquier abrazo, cualquier nos vemos pronto. Te lo juro.

¿Sabes? Hoy no me apetece tener cohesión. Hoy me gusta andar entre imágenes que vienen y van, y entre sonrisas que van y vienen.

Encantada de reencontraros, de encontraros, de conoceros, y de invitarnos a conocernos.

sábado, 5 de abril de 2008

Rompiendo las olas en la orilla, agitándose las piedras y la arena, desapareciendo la espuma, temblando su cuerpo, vistiéndose los locos entre sus perros, volando cometas amarillas, escupiendo anzuelos las cañas de pescar famélicas, enfriada la nariz de la torre por la brisa, olor a mar, gaviotas, reminiscencia, el puerto, Torrenueva, montañas que contienen el mar por un lado y lo dejan desbordarse por el otro, los dedos de sus pies revolviendo la arena, la marea subiendo y la espuma cada vez más intensa, las olas cada vez más altas, esperando el momento de lanzar un último rugido de placer, de alcanzar la calma el mar y el viento, dormidos después de amarse con violencia, dormir el universo y sus latidos, y dormir el brillo del agua lubricada por las caricias del sol.

Y ella, en medio de esa orgía de sentidos y elementos, se olvida del viento, del mar, del sol, del frío, del calor, de la torre, de los ladridos-latidos, de las cometas-estrellas, de las tardes inventadas. Y callada se entretiene contemplando el lunar de su pecho, y sintiendo con su lengua cada diente de su boca, despertando algunos recuerdos, hasta que choca con uno y se enfurece, y lo estrella, y lo rompe, y lo entierra, y lo destroza, y cuando ya ha muerto se relaja, respira, sus pulmones le hacen ahora el amor al viento, vuelve la calma. Se viste con la ropa caliente de esperarla, recoge sus cosas mientras el grupo de locos y de perros se acerca hacia ella caminando por la orilla y el resto de personas sigue disfrutando de ese lugar tan vulgar (cuando es con ellos) que es la playa.

Y ya sin palabras, los pies helados de meterlos en la espuma, echa a andar descalza hasta el paseo, y allí se vuelve a sentar y mira a ese rincón donde se besan esos días ella y el viento, ella y el mar, el universo… y bruscamente prende fuego a las palabras y se raja la garganta, repudia de su voz. Sus manos y sus gestos le bastan para acariciar al mundo y entenderlo, comprender el desequilibrio que rige esos días de abril o de septiembre en los que él y ella, el verano y la primavera, primero bailan antes de tumbarse por fin en una cama y recrearse en un mundo de sensaciones cálidas y desbordantes que acaba con todo y acaba por ser el origen de todo.