jueves, 12 de junio de 2008

Y le miraba de reojo, entre página y página, y me encontraba a los dos artistas bebiendo como desesperados, riéndose como auténticos locos, mirándose como falsos enamorados...


Yo iba caminando, sin paraguas, con lentitud, por una de las calles del casco antiguo de la ciudad. Me gusta caminar cuando llueve porque casi todo el mundo se esconde, y parece que la ciudad es tuya, que es gris, que tiene el corazón roto. Yo iba caminando como siempre, a veces lento y a veces rápido. Entré en una calle más estrecha por la que no tengo costumbre de pasar. Sabía que daba a parar a una plaza con unos cuantos bancos, y que en medio había un buzón amarillo. Aquel día me sentía fatalmente melancólico, así que busqué el contraste del buzón amarillo con la plaza gris. Cuando apareció la plaza ante mis ojos caminé decidido hacia allí. El buzón en medio de la plaza y los bancos. Y como si también formase parte del mobiliario urbano, un hombre sentado en uno de los bancos, mirando al buzón. Lo observé desde la distancia, aunque se iba acortando a cada paso que daba. Me senté en uno de los bancos, empapándome del todo el pantalón, y volví a observarlo. Era un hombre mayor, con la piel arrugada y el pelo y la barba blancos, cubriéndole la boca y la nariz, que la tenia muy grande. Llevaba ropa vieja, pobre. Se notaba que era pobre. Pobre hombre, pensé. Hacía frío, y sentí pena de él. Fui tan estúpido de pensar que él estaba pasando frío sin quererlo, al contrario que yo. No era capaz de entender que alguien como aquel hombre pudiese pasar frío a propósito. Él también me observó. Fue un intercambio de interrogaciones, aunque al poco rato él se cansó y volvió a mirar el buzón. Me di cuenta que estaba escuchando algo, no sabía si la radio o un cd, pero llevaba unos auriculares en las orejas. Ya apenas llovía. Encendí un cigarro y aspiré profundamente. Me inventé una historia para aquel hombre. Decidí...

1 comentario:

AnA dijo...

Distancias las que quiero romper yo contigo, preciosita.

Decidí, decidí... tirar los miedos a la basura y marcharme en cualquier barco en busca de un suspiro, del suspiro de una amiga, de una mimosa...