domingo, 10 de octubre de 2010

Otra vez esa agradable sensación...



Pájaros en todas las partes de mi cuerpo. Después de tanto tiempo acomodados en mi cabeza, al principio sentían un fuerte vértigo que les agarrotaba las alas. Una suave brisa empieza a agitar mis pensamientos, los nervios de antes de echar a volar al vacío de tu cama. La imposición de las cosas imposibles o poco probables va desapareciendo a medida que siento avanzar tu proximidad. Sin hacer ruido, con cuidado de no despertar al invierno, nuestras manos comienzan a acercarnos. Parece que el corazón va a reventar, latidos intensos, creo que son golondrinas lo que baja por mis arterias, gorriones en mis pulmones, gaviotas por mis manos, buscando el mar. Será cosa de los vencejos, pero no soy capaz de parar para dormir, así que seguimos en ese ir y venir de las bocas en pleno vuelo, dormidos sin ser conscientes de que los pájaros vuelven a apoderarse de mí, tanto tiempo encerrados en mi cabeza, sin ser capaces de salir, atrapados entre mis costillas. El callejón se abre, la brisa o el viento sube por las piernas, se enreda en la cadera, la cintura, termina en mis brazos que te tocan sin creerlo del todo. Cuestión de que llega el invierno y somos aves migratorias, el rumor del frío y la tormenta, los países lejanos con otros cielos tan inmensos, surcados por otras estrellas y otras alas. Mientras buscamos otros cielos de un Sur que no es el nuestro, yo me quedo un instante más buceando en el cielo de tu boca. Ya no tengo nada encerrado, quién dijo que tenía pájaros en la cabeza no sabía que los pájaros aletean por todo mi cuerpo.



Ya sabes, cosas de Granada.