sábado, 28 de noviembre de 2009

Impresiones, despertares.

Suena el despertador.
Abro pesadamente los ojos, la tentación de no levantarme de la cama me envuelve entre las sábanas. A través de mis pestañas veo toda la ventana naranja, y la silueta de un monasterio recortada en el cielo ensangrentado. Ligeros pájaros cantan, se mezclan con los ruidos de las obras del patio. Por los pasillos suenan los despertadores de las demás habitaciones, los pasos apresurados de quién llega tarde a clase. Una mezcla de calma-naranja en el marco de la ventana, el amanecer entrando tan lleno, y el frío del invierno dando golpes en el cristal. Déjame entrar, despertarte del todo. Cierro los ojos, un último segundo. Y al volver a abrirlos el cielo se expande en una azul inmensidad, añil lleno de nubes.